Las islas Molucas, antaño Islas de las Especias, allá por el siglo XVI, eran la única fuente que abastecía al mundo de clavo y nuez moscada, un lugar de ensueño donde el dinero crecía de los arboles, hasta que las ansias de poder y riquezas lo convirtieron en disputado objeto de deseo por los colonizadores.
Hoy son un grupo de gemas tropicales que parecen caídas en un glorioso anonimato. No hay casi turismo, y siguen protegidas por la distancia, por lo que llegar hasta ellas es todo un reto.
Retos a nosotros? Tras una estancia relámpago en Kalimantan, un par de aviones y unos cuantos kilómetros de por medio, llegamos hasta
Ambon. La bahía y el telón de fondo de las tropicales montañas son espectaculares,.. pero la cuidad es sucia, destartalada y polvorienta.
El ferry hasta las Islas Banda, destino final, no sale hasta dentro de 10 días, así que optamos por una alternativa suicida, que salía en 2 días, llamada Gravila II, un barcucho infame que en 20 horitas nos dejó temblando y aún mareados en las Islas Banda. La travesía nocturna prometía cuando nos tumbamos en cubierta y quedamos atrapados por el cielo más estrellado jamás visto,.. la vía láctea, constelaciones y mil pensamientos de ida y vuelta. Hasta que empezó a llover, luego a diluviar y la tormenta nos obligó a refugiarnos en la zona de literas, que huele asquerosamente a durian y donde observamos una curiosa capacidad de los locales para dormir, sacar la cabeza para vomitar en el pasillo y volverse a dormir. La rebelión de los durian.
Aún la tierra bajo nuestros pies se mueve al llegar a
Bandaneira, el puerto principal de estas lejanas islas. Agradable pueblo soñoliento y acogedor, llena de villas coloniales y parterres de flores. Un fuerte de la época de los holandeses, en perfecto estado, corona el pueblo desde una pequeña montaña llena de bosquecillos de nuez moscada. Y desde ahí, una privilegiada puesta de sol tras un imponente volcán, el Gunung Api Ganofus.
Los lugareños son de lo más sonrientes y amables. A cada paso escuchas un "Hello Mister!" y te dedican la mejor de sus sonrisas. Los niños aparecen de la nada y cual procesión nos persiguen curiosos por el pueblo.
En un momento de improvisación, el profe de inglés nos invita a merendar a su clase para que los niños puedan practicar inglés. Cambiamos la merienda por un pastel de cumpleaños hortera a más no poder, colores fosforitos y decoración retrofloral, aunque comestible. Los niños ensayan el happy birthday y preparan un regalo. La clase de inglés se convierte en una fiesta sorpresa para una emocionada Sara. Feliz cumple!
Ahí empezó nuestra popularidad en el pueblo, casi todos los niños nos saludan con nuestro nombre, y varios locales nos invitan a sus casas, para deleitarnos con sus platos típicos o bailes tradicionales. Tenemos la agenda de lo más apretada.
Nos tomamos un respiro social y hellomisteriano, y escapamos un día a la isla del
Gunung Api, un volcán tropical a lo monte Fuji tamaño bolsillo de altitud diabólica, son sólo 666m, pero con desnivel considerable. Costó la subida, mereció la pena coronarlo por las maravillosas vistas a todas las islas Banda que como pequeñas manchas verdes tropicales rodeadas de aura blanca, aparecen en el infinito.
Y empezó a llover y con la lluvia una carrera de rápidos. Parecía más una atracción acuática de toboganes que un descenso. Estaba tan resbaladizo que acabamos bajando de culo, deslizándonos hacia abajo.
Recuperada la verticalidad, salió el sol y pudimos bucear en el antiguo caudal de lava, que tras años ha formado un escenario único de coral multicolor y vida submarina. Un regalo para nuestros sentidos y la recompensa para nuestras almas con agujetas.
Nos vamos para
Hatta? Una isla sin hoteles, apenas 200 habitantes y el mejor snorkling de las Banda.
Ya en el barco de camino, varios locales nos ofrecen sus casas y comida, a cambio de unas miles de rupias,.. Pero nos dieron más que eso. Un curso intensivo de bahasa, más comida de la que podíamos ingerir y, todo el calor y el cariño de una familia.
Si a eso le sumas, unas playas increíbles para nosotros solos, niños por doquier con quienes jugamos y que nos regalan conchas de la arena, chapuzones en aguas cristalinas y buceo en un psicodelico acantilado verical incustrado de coral con miles de peces, tortugas y algún tiburon, el resultado es perfecto.
Nuestra aportación deportista, se convirtió en la anecdota del año para todo el pueblo, cuando decidimos ir a dar un garbeo por las plantaciones de bananos.
Andrés, el profesor de árabe del pueblo, se ofrece a hacernos de guia, dice que está only a 1h from here. Y nos llevó de trekking atravesando toda la isla por un caminito infernal y sin bananos a la vista, llegamos hasta una playa preciosa, de postal, 10 minutos, 4 fotos del sunsets,.. y a correr que es infinitivo y ya es casi de noche.
Con la timida luz de nuestras cámaras, perdiendo y rompiendo chanclas por el camino, maldiciendo a la madre de Andres y descojonados, descalzos y con barro hasta las orejas, llegamos sanos y salvos al pueblo,.. donde nos esperaban en casa "muy" preocupados, viendo con los vecinos la telenovela de turno.
Y de Hatta a
Ai. Mas de lo mismo. Aunque los primeros días por la tormenta, quedamos literalmente sitiados en el hostel que habíamos también, literalmente invadido. Días de pensamientos perdidos en la rabia de las olas del mar, que casi llega hasta nuestra terraza. Dormir, comer, leer, escribir, pintar, hacer pulseras con conchitas, hacer de peluquera freestyle, jugar al Bisbis y a la pocha!
A ratos, la lluvia nos da una tregua y exploramos la isla, sus playas y sus rincones, conversamos con los locales y flipamos con el snorkling.
También tuvimos tiempo para ver perder a España en el Mundial, en casa del vecino rico que tiene generador y tele, y cobran entrada por sentarse en el suelo de su salón para ver el fútbol,... Aunque tendría que haber sido al revés, porque los locales nos miraban más a nosotros que al partido.
Celebramos otro cumpleaños, el de Nuria, entre regalos home made con mucho cariño y cubatas de ron filipino de contrabando del Tio Chang.
Próximamente
Neilaka, una joyita submarina y la isla de
Run, con curiosa historia. En 1667 por el tratado de Breda los ingleses hicieron un trueque con los holandeses y se la cambiaron por otra isla en América... ¡Manhattan!. Casi nada,...
To be continued,..
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