BOLIVIA
De colectivo en colectivo
El grupo de las 6 intrépidas mujeres se separa pero María y yo tenemos rutas muy parecidas y decidimos viajar juntas unas semanas hasta su destino final, La Paz.
Subir a un colectivo o autobús en Bolivia es parte de la aventura. No sólo por la diversidad de personajes con los que compartes asiento, el eterno olor a hojas de coca que todos mascan ritualmente o los paisajes que atraviesas, sino también por las pésimas carreteras, cuando las hay. Además núnca se sabe lo que va a tardar en llegar, generalmente son siempre dos o tres horas más dependiendo de los incidentes que transcurran en el trayecto.
De camino a Potosí casi volcamos. Y digo casi porque llegar a una inclinación de unos 30 grados, acojona. Pero cuando ves que el resto de pasajeros se acomodan en los asientos de “arriba” para hacer contrapeso de una forma tan rutinaria y natural, acojona más!
Pero llegamos a la ciudad más alta del mundo con 4.070 m. Potosí.
Todo lo bueno y lo malo que representa Potosí procede del mismo sitio: el Cerro Rico. Una montaña de unos 4.800 metros de altitud que domina la ciudad. Es allí donde los conquistadores españoles encontraron una cantidad brutal de plata que convirtió a Potosí en una de las ciudades más ricas del mundo en aquel entonces. No mucho queda de eso. A día de hoy, es una ciudad que luce algo desgastada y donde una se pregunta adonde fue a parar toda esa riqueza. Bueno, en realidad no hay que preguntárselo demasiado porque está bastante claro: terminó en España, como bien te recuerda casi cada boliviano al que le dices que eres española.
Las minas hoy en día siguen en funcionamiento y es además una atracción turística que tuve la suerte de no ver ni conocer. Una cuestión moral.
La ciudad a mí me resultó agradable. El centro es un conglomerado de calles estrechitas y cuestas que, debido a la altitud, te dejan sin aliento al cabo de un rato, pero llenas de vida y color.
Un café en una terraza para admirar la ciudad en toda su extensión, recuperar energía, mirarnos pensando qué haciamos allí un domingo si todos los museos estaban cerrados, mirar el reloj y decidirnos por salir hacia Sucre en coche compartido esa misma noche.
Y llegamos a Sucre. Dicen que es las ciudad más bonita de Bolivia y posiblemente sea verdad. Todo el centro es de estilo colonial, pintado uniformemente de blanco y con su correspondiente plaza central, centro principal de socialización, apacible y acogedora. Coloridos mercados indígenas, elegantes tiendas, restaurantes y bares modernos, y gente super alegre. Da la sensación de que podrías vivir aquí una temporada.
Después de un par de días comprobando todo lo anterior y antes de correr el riesgo de quedarnos más de lo previsto, rezando a nuestra Pachamama querida, subimos en un autobús nocturno dirección Samaipata.
No fue horrible, sino lo siguiente. Imposible dormir. Baches y baches. El efecto centrifugado fue una contínua durante todo el viaje. Volantazos. Frío. Bebes llorando. Suciedad y mugre. Al fin, a las 4 de la mañana nos dejan en mitad de la carretera del pueblito de Samaipata. La pesadilla ha acabado. La cerrada noche y el silencio nos da un cálido abrazo. En el hostel nos espera una cama en la que me desmayo de inmediato. Zzzz.
Siguiendo con la temática de incidencias en colectivos y después de los maravillosos días en Samaipata que merece otro post y que sanaron cuerpo y mente, llegamos hasta Santa Cruz. Una ciudad que se enorgullece de ser más brasileña que boliviana y a la que tampoco le presté demasasiada atención. Después de los días en la selva fue un gran momento para llamadas reconfortantes, uso y abuso de internet, reencuentros causales y sueños condicionados. Apenas una noche, eso sí, larga y a otro bus. Éste sí que promete comodidad y seguridad: 12 horas en bus cama, pero cama, cama y además por la carretera nueva hasta La Paz. Un poco caro para los precios de aquí, 10€, pero un lujo es un lujo. Al llegar a la estación nos dicen que la carretera está bloqueada por manifestantes (pasa frecuentemente en Bolivia).
Nos miramos resignadas. Compramos un billete para Cochabamba, serán 10 horas por la carretera antigua. De madrugada chocamos contra un camión, nada serio, la luna de delante destrozada pero lo peor fue ver el linchamiento de todos los locales hacia el conductor cuando descubrieron que iba borracho. Bueno, un show! Pasaron minutos y horas de conflictos, palabras, insultos, reproches y un frío del carajo en mitad de la noche en mitad de la nada boliviana, hasta que retomamos camino con otro conductor y llegamos con sólo 4 horas de retraso, sin comer y con sueño. Venga, 8 más y ya estamos en La Paz... espero encontrar allí algo de eso... PAZ!