El máximo atractivo de Nepal es explorar sus valles, perderse entre magestuosas montañas y disfrutar de su exclusiva naturaleza. Pero también es alucinante perderse por sus pueblos y ciudades, dejarse seducir por esa mezcla perfecta del sincretismo religioso que está presente a cada paso, en cada esquina.
Kathmandu.
Callejear o perderse callejeando, mejor.
Alegrarse la vida y los sentidos con sus calles llenas de un trajín de gentes, tráfico y cláxones, pero llenas de vida, luz, olor y color.
Recuperar la serenidad y el aliento desde lo más alto de alguno de sus majestuosos templos en la plaza Durbar, y observar la placidez de sus gentes y la cotidianidad de sus vidas.
Donde el tiempo parece haberse detenido.
Bakthapur.
Descubrir las joyas de su herencia y pasado glorioso del siglo XVI, deambular por su casco antiguo observando las ofrendas matinales, sus reuniones diarias llenas de oraciones, la majestuosidad de sus templos hindús y el calado de sus tradiciones.
Boudhanath, la meca del budismo y el templo más importante de Nepal.
Donde las túnicas carmesí destacan en un vecindario surrealista, repleto de monasterios, tiendas, banderolas multicolor, muchedumbres y cánticos, fragancias de incienso y alguna que otra vaca sagrada. Los fieles no cesan de realizar el kora alrededor del templo, y desde arriba, la omnipresente mirada de los ojos de buda, con severidad y placidez, te observan y protegen.
Om mani padme hum.
La sensación al dejar un país como éste, es que sabes que volverás. Nepal es un lugar demasiado especial.
El máximo atractivo de Nepal es explorar sus valles, perderse entre magestuosas montañas y disfrutar de su exclusiva naturaleza. Pero también es alucinante perderse por sus pueblos y ciudades, dejarse seducir por esa mezcla perfecta del sincretismo religioso que está presente a cada paso, en cada esquina.
Kathmandu.
Callejear o perderse callejeando, mejor.
Alegrarse la vida y los sentidos con sus calles llenas de un trajín de gentes, tráfico y cláxones, pero llenas de vida, luz, olor y color.
Recuperar la serenidad y el aliento desde lo más alto de alguno de sus majestuosos templos en la plaza Durbar, y observar la placidez de sus gentes y la cotidianidad de sus vidas.
Donde el tiempo parece haberse detenido.
Bakthapur.
Descubrir las joyas de su herencia y pasado glorioso del siglo XVI, deambular por su casco antiguo observando las ofrendas matinales, sus reuniones diarias llenas de oraciones, la majestuosidad de sus templos hindús y el calado de sus tradiciones.
Boudhanath, la meca del budismo y el templo más importante de Nepal.
Donde las túnicas carmesí destacan en un vecindario surrealista, repleto de monasterios, tiendas, banderolas multicolor, muchedumbres y cánticos, fragancias de incienso y alguna que otra vaca sagrada. Los fieles no cesan de realizar el kora alrededor del templo, y desde arriba, la omnipresente mirada de los ojos de buda, con severidad y placidez, te observan y protegen.
Om mani padme hum.
La sensación al dejar un país como éste, es que sabes que volverás. Nepal es un lugar demasiado especial.