Llegué bien y a tiempo para celebrar otra Nochevieja en Brasil en chanclas, esta vez en el sur, en São Paulo. Me esperaba una bienvenida casi familiar con mucha comida rica, 13 uvas, cerveza fresquita, pócimas brasileñas deliciosas acabadas en "iñas" y fuegos artificiales. Pero el jetlag y la añoranza se apoderaron de mi, y caí derrumbada en una cama (por fin, una cama después de casi 2 días!) a las 3 de la mañana, con la samba de fondo que se apagaba poco a poco.
Zzzz!
Me siento una hormiguita en esta cuidad. São Paulo es un monstruo. Una megalopolis en todos los sentidos con casi 22 millones de habitantes y más rascacielos de los que se pueden contar. También es la ciudad más cosmopolita y la capital cultural de Brasil, así que amanezco con ganas de patear, pero una ciudad resacosa + domingo = Todo cerrado! Además diluvia y no apetece pasear, así que me quedo explorando el barrio Vila Madalena donde me alojo que casualmente es uno de los más bohemios y artísticos. Pero ellos también tienen derecho a su resaca y poco pude ver, más bien adiviné que el barrio es de lo más cool, lleno de tiendas, restaurantes, bares y centros de exposiciones. Sí, abierto todo mola y mucho. Lo que sí pude comprobar en los pocos sitios abiertos es que todo aquí es carísimo.
Por fin sale el sol y los paulistas a las calles de esta inmensa ciudad. Empieza el tour... La Praça de Sé; una de las más famosas del centro de São Paulo con su bonita catedral, el MASP; Museo de Arte de São Paulo (bien, hoy es gratis, padentro!), el Parque de Ibirapuera; un Central Park paulista, refugio preferido por los locales para hacer deporte, pasear, jugar al fútbol, hacer yoga, y actividades artísticas y conciertos improvisados alejados del tráfico y el ruido; el barrio de Liberdade, un rincón seudoartístico y gastronómico japonés curisosísimo; São Bento con su colorido y rico mercado en un imponente edificio neoclásico, la Avenida Paulista; el centro financiero coronado por imponentes rascacielos... Antes de irme, me cuelo en uno de ellos. Desde lo alto contemplo la inmensidad de esta ciudad. Observo asombrada el skyline y me sorprende la cantidad de helipuertos que se ven en azoteas de edificios y jardines.
Le pregunto a el vigilante con mi acento brasileiro: "Y eiso?!"
Me contesta en un perfecto castellano: "Sao Paulo es la ciudad con más helipuertos del mundo y la mayoría son de uso privado."
Jarrr!
Que puntazo!! ¿Os imagináis volver a casa en helicóptero? Y es que se nota que aquí hay mucho mucho dinero.
En definitiva. 3 días de no parar de caminar, de descubrir, de explorar, de socializar, de conocer gente nueva, reencuentros y despedidas, pero sobre todo de sentir que he recuperado ese pulso viajero que me hace sentir tan bien, muito bem!
Me voy para otro monstruo, uno más verde y más salvaje. Un monstruo natural llamado Cataratas de Iguazú.
Llegué bien y a tiempo para celebrar otra Nochevieja en Brasil en chanclas, esta vez en el sur, en São Paulo. Me esperaba una bienvenida casi familiar con mucha comida rica, 13 uvas, cerveza fresquita, pócimas brasileñas deliciosas acabadas en "iñas" y fuegos artificiales. Pero el jetlag y la añoranza se apoderaron de mi, y caí derrumbada en una cama (por fin, una cama después de casi 2 días!) a las 3 de la mañana, con la samba de fondo que se apagaba poco a poco.
Zzzz!
Me siento una hormiguita en esta cuidad. São Paulo es un monstruo. Una megalopolis en todos los sentidos con casi 22 millones de habitantes y más rascacielos de los que se pueden contar. También es la ciudad más cosmopolita y la capital cultural de Brasil, así que amanezco con ganas de patear, pero una ciudad resacosa + domingo = Todo cerrado! Además diluvia y no apetece pasear, así que me quedo explorando el barrio Vila Madalena donde me alojo que casualmente es uno de los más bohemios y artísticos. Pero ellos también tienen derecho a su resaca y poco pude ver, más bien adiviné que el barrio es de lo más cool, lleno de tiendas, restaurantes, bares y centros de exposiciones. Sí, abierto todo mola y mucho. Lo que sí pude comprobar en los pocos sitios abiertos es que todo aquí es carísimo.
Por fin sale el sol y los paulistas a las calles de esta inmensa ciudad. Empieza el tour... La Praça de Sé; una de las más famosas del centro de São Paulo con su bonita catedral, el MASP; Museo de Arte de São Paulo (bien, hoy es gratis, padentro!), el Parque de Ibirapuera; un Central Park paulista, refugio preferido por los locales para hacer deporte, pasear, jugar al fútbol, hacer yoga, y actividades artísticas y conciertos improvisados alejados del tráfico y el ruido; el barrio de Liberdade, un rincón seudoartístico y gastronómico japonés curisosísimo; São Bento con su colorido y rico mercado en un imponente edificio neoclásico, la Avenida Paulista; el centro financiero coronado por imponentes rascacielos... Antes de irme, me cuelo en uno de ellos. Desde lo alto contemplo la inmensidad de esta ciudad. Observo asombrada el skyline y me sorprende la cantidad de helipuertos que se ven en azoteas de edificios y jardines.
Le pregunto a el vigilante con mi acento brasileiro: "Y eiso?!"
Me contesta en un perfecto castellano: "Sao Paulo es la ciudad con más helipuertos del mundo y la mayoría son de uso privado."
Jarrr!
Que puntazo!! ¿Os imagináis volver a casa en helicóptero? Y es que se nota que aquí hay mucho mucho dinero.
En definitiva. 3 días de no parar de caminar, de descubrir, de explorar, de socializar, de conocer gente nueva, reencuentros y despedidas, pero sobre todo de sentir que he recuperado ese pulso viajero que me hace sentir tan bien, muito bem!
Me voy para otro monstruo, uno más verde y más salvaje. Un monstruo natural llamado Cataratas de Iguazú.
